Nicolas Sorin

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Nicolás Sorín Octeto | La Nación

Una excursión por el rock de la mano de músicos del jazz local

Por Mauro Apicella  | LA NACION

 

Sorin Octeto / Músicos: Juanfa Suarez (Trompeta), Gustavo Musso (Saxo alto y soprano), Damian Fogiel (Saxo tenor), Martin Pantyrer y Martin Rur (Saxo Baritono y Clarinete), Sergio Alvarez (Guitarra), Mariano Sivori (Contrabajo y Bajo), Daniel “Pipi” Piazzolla (Bateria), Cirilo Fernández (Piano), NIcolas Sorin (Voz, Ipad, piano, composición y arreglos). / Función : anteayer / Sala : La oreja negra


Nuestra opinión: bueno

El proyecto musical que encabeza Nicolás Sorín parece una buena excusa que tienen los músicos de extracción jazzística para ponerse a rockear. Tiene bastante de eso lo que el pianista, cantor y compositor grabó en su último disco,Cosmopolitan , y en varias canciones que estrenó en el concierto que dio anteayer.

Lo que Sorín comanda es un grupo numeroso (ahora de diez integrantes) que subió anteayer al escenario de La Oreja Negra, y se acomodó en ese espacio que no es tan pequeño aunque lo parece cuando lo abordan una decena de músicos que casi llegan al número para un equipo de fútbol en cancha de once.

Se los vio a todos muy entusiasmados; y tan preocupados de que los vasos de cerveza no se vieran vacíos como de que sonara bien la música que tenían que tocar. Con esto no se está intentando decir que descuidaron la música por culpa de los tragos. En todo caso, la cerveza que iba de acá para allá tuvo que ver con ese desenfado rockero de la propuesta; y la precisión con la que cada uno se amalgamó al todo de la orquesta para funcionar tan bien como grupo se debió al talento de cada uno, a la música compuesta y a lo orquestado. Quizás esa mixtura sea lo más interesante que tienen en vivo Sorín y sus amigos. Y también lo más difícil de plasmar. Este grupo, que hace 35 años habría sido definido como de jazz fusión, tiene características diversas. Por ejemplo: un sonido áspero y grunge o cierta tendencia a los arreglos milimétricos que tienen mucho que ver con la tradición de la música escrita, con el jazz de todas las épocas y con el vértigo de la música de Frank Zappa (sólo por dar un nombre de referencia, no porque Sorín haga una música parecida).

Esto tiene puntos a favor y otros en contra. El estilo tan personal que Sorín encontró para cantar procesando su voz (no con el efecto “One more time” de vocoder sino con una ecualización sin frecuencias bajas) es algo singular, pero no se entiende bien lo que canta cuando queda tapado por el volumen del resto de los instrumentos. Los matices que puede aportar un baterista de extracción jazzística son muy interesantes, pero cuando llega el momento de temas poderosísimos, como “Hey Mike”, si no comprime la amplificación de los parches termina tapando al resto.

Pero, ¿cómo se hace para que reluzcan esos movimientos de dinámica y arreglos tan precisos, especialmente para la sección de cinco vientos, sin quitarle toda esa energía tan extrovertida que tiene la banda? No debe ser fácil conseguir un equilibrio. Tal vez el grupo deba poner atención a eso mientras sigue disfrutando, como lo hace el público, de todo ese poderío, de las melodías rusas, de alguna balada, de un guiño al “Bolero” de Ravel, de un homenaje beatle, de un tonta canción de amor, de un disco show de “Sábado de una noche porteña”, y de algunos estrenos que siguen la línea de Cosmopolitan .

El grupo de Sorín es una de esas propuestas bien trabajadas, que se disfrutan y que merecen ser seguidas con mucha atención..